Históricamente, muchos de los progresos tecnológicos más significativos han estado estrechamente ligados con el sector público y la inversión estatal. Sin embargo, es innegable que a día de hoy el mercado de capitales juega un papel crítico en el panorama tecnológico, a menudo dictando las estrategias seguidas tanto por las grandes empresas tecnológicas como por las pequeñas start-ups.
Y es que actualmente resulta imposible intentar meter cabeza en el sector tecnológico sin al menos encontrarse con términos como capital semilla, financiación ángel, entidades de capital riesgo, rondas de inversión… En resumen, el ecosistema de innovación puede ser, dependiendo del ámbito y el tipo de operación concreta, casi inseparable del mercado financiero; a efectos prácticos, la empresa en cuestión se convierte no solo en un proyecto de innovación y lugar de trabajo, si no en un producto financiero. Esto es escalable incluso a las grandes empresas tecnológicas, que a menudo ven su toma de decisiones y estrategias de negocio más influenciadas por los vaivenes de la bolsa, que por su propia actividad.
Aunque esto puede proporcionar a los proyectos recién nacidos una serie de herramientas de financiación a las que sería difícil acceder de otra manera —y resulta esencialmente inevitable para las grandes corporaciones—, esta financiarización de la innovación tiene riesgos importantes.
Ha sido sonado, por ejemplo, de Uber y su rama de reparto de comida a domicilio, que no fue rentable hasta 2023 (tras 15 años de operación), y que fue acusada de basar su negocio no en un uso efectivo de su tecnología, si no en la acumulación de inversión externa, y en la aplicación de estrategias de mercado lógicas desde el punto de vista financiero, pero no a la hora de proveer un servicio.
Incluso empresas con una tradición de calidad asentada pueden verse afectadas por este tipo de problemas: la emblemática Boeing ha sido objeto de controversia después de el incidente ocurrido el pasado Enero, relacionado con las medidas de seguridad en uno de sus modelos de avión. Este escándalo ha vuelto a poner el foco en cómo la empresa se ha ido alejando cada vez más de unas raíces que la colocaron a la cabeza de la innovación en ingeniería aeronáutica comercial, en favor de una cultura financiera basada en los recortes en producción y recompra de acciones.
Aunque lejos de ser casos aislados, es verdad que esos dos incidentes afectan a grandes empresas de los Estados Unidos; sin embargo, es importante mencionar que buena parte de las ideas, consejos y prácticas de este entorno permean hasta la cultura de las startups españolas. Es importante por tanto entender la diferencia entre el valor de una empresa como motor de innovación, y su valor como producto.