Miguel López
Pocas industrias pueden presumir de tener una historia tan larga como la viticultura. Un producto milenario, con un proceso de elaboración igualmente antiguo, pero en absoluto anticuado: con el paso de los siglos, y un entendimiento cada vez mayor de los elementos que juegan un papel vital en la elaboración del vino, el sector vitícola ha demostrado acoger las innovaciones con entusiasmo. La última incorporación: las tecnologías digitales.
Más allá del valor cultural del producto, el sector del vino mueve figuras astronómicas: sólo en España, tenemos más de 5.000 millones de euros de facturación anual, 40 millones de hectolitros de vino y mosto producidos cada año, y casi un millón de hectáreas de viñedo (un 13% de la superficie dedicada a este cultivo en todo el mundo, colocando al país a la cabeza del sector). No es de extrañar, entonces, que se trate de un terreno fértil para proyectos innovadores que ayuden a la evolución del sector. Así, hace ya años que se viene avanzando en la integración de soluciones digitales a todos los niveles de la cadena de producción.
Y ya en el primer eslabón de esa cadena encontramos una transformación digital pujante: el cultivo de viñedos siempre ha sido una labor delicada, en la que las condiciones del suelo, frecuencia de riego, fecha de recolección, horas de sol… juegan un papel crítico en la calidad del producto final. Así, el sector puede verse particularmente beneficiado por soluciones como el control inteligente de riego, o el uso de drones para la monitorización de la superficie foliar y la detección de plagas; todo ello, por supuesto, acompañado por una recolecc ión, análisis y aplicación de datos agrícolas, mediante tecnologías Big Data.
La digitalización, claro está, no termina con la vendimia: durante todo el proceso de estrujado, maceración y fermentación, almacenamiento, etc, distintos sensores y sistemas de control se encargan de que las condiciones de las instalaciones sean las óptimas para asegurar la calidad del vino. Además, todas las ventajas de la logística digitalizada en cuanto a almacenamiento y distribución son también aplicables al sector vinícola.
Una de las últimas innovaciones se ha dado precisamente en este último ámbito: como en muchas otras industrias, asegurar una adecuada trazabilidad del producto resulta vital para un sector en el que la materia prima, la región de origen, la bodega particular… pueden marcar una diferencia de cientos de euros en la etiqueta. Por ello, usar la tecnología blockchain para dejar constancia del proceso de elaboración y distribución, desde la viña hasta el restaurante, puede resultar en una mayor tranquilidad por parte de fabricantes y clientela.
A menudo se habla de las nuevas tecnologías como algo completamente divorciado de las industrias tradicionales, pero es fácil ver que son precisamente esos sectores con un papel afianzado en la escena cultural y económica los que, a menudo, acogen la innovación con entusiasmo. Ningún arte o labor está tan perfeccionada como para no beneficiarse de alguna novedad, y ejemplos como éste lo demuestran: en sus beneficios económicos, si, pero también en la calidad final de una buena copa de vino.