Miguel López
Las profesiones técnicas cada vez son más necesarias. Las conocidas como CTIM (o STEM, por sus siglas en inglés), esto es, las Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas, constituyen una de las patas fundamentales sobre las que se asienta la sociedad global moderna. Además, representan uno de los ámbitos laborales de mayor crecimiento, y que más oportunidades ofrece: cada año aparecen decenas de miles de nuevos puestos de trabajo en los ámbitos de la ingeniería, informática e investigación en Europa, una demanda que las universidades europeas no consiguen cubrir. A pesar de esta pujanza, existe una flagrante omisión en el sector de las ciencias y la tecnología, que deja fuera de esta industria a un porcentaje significativo de la población. Hablamos, por supuesto, de la brecha de género en el ámbito de las CTIM.
Las mujeres constituyen un porcentaje cada vez mayor de estudiantes en universidades (un 56%), pero no se trata de una distribución equilibrada: aunque exista una mayoría amplia de mujeres estudiando carreras como la docencia, trabajo social, o ciencias de la salud como medicina y enfermería, en ramas como las distintas ingenierías, arquitectura o matemáticas no llegan al 40% del alumnado —el caso extremo lo tenemos en las titulaciones de informática, donde el porcentaje de matriculadas se sitúa por debajo del 15%. Esta diferencia no hace sino acrecentarse en la realidad laboral e investigativa, donde las mujeres ocupan un porcentaje aún menor de los puestos, con una representación proporcionalmente aún menor en puestos de responsabilidad.
Las causas de esta brecha no son sencillas de explicar, aunque parecen ser de carácter fundamentalmente cultural —no es casualidad que en las ciencias de la salud, relacionadas con un rol tradicionalmente asignado a las mujeres como es el de los cuidados, sí exista una mayoría femenina de estudiantes y profesionales. Así, parece probable que cualquier divergencia tenga que ver más con la percepción y estereotipos que rodean a las CTIM.
Específicamente, al tratarse de un campo en el que la mayor parte del trabajo ocurre fuera de la vista del público, se intensifica la importancia de los referentes visibles: profesionales que sirvan de ejemplo para las siguientes generaciones. En este campo, lamentablemente, existe una deuda histórica hacia las mujeres que, habiendo aportado tanto a la ciencia y la tecnología como sus más famosos compañeros, se han visto invisibilizadas, reducidas hasta ahora a una nota a pie de página. Se trata de un error que en los últimos años se ha empezado a subsanar, sí, pero aún queda mucho camino por recorrer.
Las políticas enfocadas a cubrir esa brecha de género tampoco pueden quedarse en un mero esfuerzo de visibilización de científicas pasadas y presentes: iniciativas como actividades enfocadas específicamente a mujeres, programas de acompañamiento académico y laboral, y acciones enfocadas a mejorar condiciones transversales que afectan desproporcionadamente a mujeres: por ejemplo, asegurando medidas de conciliación familiar en el puesto de trabajo.
Hay muchos ejemplos concretos de estas iniciativas, y más ahora que se acerca el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, el sábado 11 de Febrero. De momento, nos quedamos con la edición de este año de «Ciencia y Tecnología en Femenino», organizada por la Asociación de Parques Tecnológicos de España y que entre otras cosas cuenta con una exposición aquí, en el Parque Científico y Tecnológico de Extremadura, y con la asociación Womenspace, integrada por científicas y tecnólogas de toda Extremadura.
