El patrimonio histórico material es sin duda uno de los elementos que confiere a cada territorio de un carácter particular y único, tratándose de uno de sus principales recursos culturales e históricos. Nuestra provincia, por ejemplo, está sembrada de edificios, monumentos, yacimientos, y otros puntos de interés que sirve de testamento a la miríada de culturas que han dejado su huella en la región. Estas estructuras sirven como registro en piedra de una historia que vuelve a la vida cuando se la conoce gracias a la labor de restauradores e historiadores, de visitas guiadas y centros de interpretación. Una correcta adecuación del patrimonio nos permite disfrutar de un fragmento de nuestra historia, a menudo preservado durante décadas, siglos, o incluso milenios.
Se trata, por otra parte, de una longevidad a menudo más frágil de lo que parece: la exposición continuada a la intemperie, la posible presencia de termitas, ácaros y otras plagas, por no hablar del trajín continuo de visitantes, pueden acabar dañando el patrimonio si no se cuida adecuadamente. Esto no significa que deban dejar de aprovecharse, inhibiendo su uso turístico o social: al final, la mejor herramienta para el cuidado del patrimonio es el propio interés de la ciudadanía. Sin embargo, sí que hay que prestar especial atención a estos factores de riesgo, y para ello una sensorización adecuada, ayudada por las tecnologías IoT, resulta fundamental.
Un buen ejemplo de ello es el control de los parámetros ambientales mediante el uso de sensores que midan el nivel de humedad y temperatura relativas, tanto ambiental (los parámetros del aire en el entorno inmediato de las instalaciones) como de contacto (sobre la propia superficie de los elementos más delicados o expuestos). También es habitual el uso de fotómetros, que permiten medir la intensidad de la radiación solar incidente, así como el uso de ultrasonidos para la
detección de plagas de insectos. Finalmente, un control adecuado del aforo puede ayudar no solo a preservar el patrimonio, si no también a realizar una gestión más eficiente de las visitas.
La preservación del patrimonio es una labor vital, no solo por el valor turístico del mismo, sino sobre todo por lo que representa: una historia en común, una línea que nos conecta con nuestro pasado, y con el presente de nuestra comunidad. Asegurémonos entonces, con herramientas como éstas, de que tenga también un futuro.