Sorteando la Brecha Digital
Una de las grandes revoluciones de las últimas décadas ha sido sin duda el desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la comunicación. En tan solo unos años hemos visto como la gran red digital ha pasado de estar confinada en universidades y organismos públicos a ser una parte esencial del hogar y los negocios, acompañándonos incluso cuando salimos a la calle. Sin embargo, aunque las posibilidades que brinda son casi infinitas, su implementación dista mucho de ser homogénea. Existen multitud de sectores de la sociedad con un acceso en mayor o menor medida limitado a esta tecnología que muchos otros dan por hecho. Esta desigualdad de participación en la gran revolución digital de nuestros días recibe el nombre de Brecha Digital.
Las causas de esta desigualdad son muchas y variadas: la falta de medios económicos es la más obvia, impidiendo de forma directa el acceso a los medios físicos requeridos por las tecnologías de la información. Otros factores que pueden influir son la falta de experiencia previa con este tipo de tecnología (algo particularmente patente según la edad del individuo), o la inexistencia de una infraestructura estable y actualizada. Ésta última es una situación que en nuestro país se da particularmente en las regiones más rurales, donde, por ejemplo, el porcentaje de hogares sin acceso a internet se sitúa en los puestos más bajos de cada territorio o comunidad autónoma.
Las consecuencias de la brecha digital son obvias cuando se considera el grado en que las tecnologías de la información han alterado casi todos los aspectos de la sociedad moderna. La forma de comunicarnos entre nosotros, las interacciones con los servicios públicos, los ámbitos educativo, profesional y personal… todos ellos han pasado en mayor o menor medida por un proceso de digitalización, lo que conlleva necesariamente la pérdida de oportunidades para quien no tiene la posibilidad de acceder a esta tecnología. Aun en los casos en los que los medios tradicionales no son inmediatamente depreciados, sigue tratándose de una situación de desigualdad notable.
Un ejemplo claro de esto lo tenemos en el ámbito de la educación: conforme los colegios, institutos y universidades van adoptando cada vez más los sistemas digitales como una herramienta más a su disposición, se ha hecho más obvio que muchos alumnos pueden no tener acceso a dichos medios en sus hogares, y solo podrían utilizar estas herramientas en horas de clase. Esta situación ha llegado el último año al caso más extremo, cuando la pandemia y consecuente confinamiento han hecho de la educación online una de las pocas alternativas viables; así, queda patente que la brecha digital puede fácilmente convertirse a su vez en una brecha educativo, dejando a muchos alumnos en una situación de clara desventaja.
Tampoco faltan ejemplos en otras áreas: la implementación desestructurada y por partes de la administración pública puede conllevar un retraso importante en los procesos administrativos, en ocasiones llegando a paralizar servicios enteros; y los nuevos productos, empresas y sistemas cada vez tienden a plantearse tomando como base la posibilidad de acceso a una mínima infraestructura digital. Un ejemplo de esto último serían todos los servicios que requieren de forma obligatoria la descarga de una app, o que presuponen una conexión a internet 24 horas. Para quienes quedan del lado erróneo de la brecha digital, estos son unos requisitos inasumibles. Por último, no podemos dejar de señalar el ámbito de la industria: en una Europa que cada vez tiende más a la industria 4.0, en el que los avances en los sectores primario y secundario vienen de la mano de la implementación de las TIC, la falta de conocimiento y experiencia sobre esta tecnología puede suponer un verdadero impedimento para empresas y trabajadores.
Como hemos visto, los efectos de esta desigualdad tecnológica son preocupantes, por lo que cabe preguntarse qué podemos hacer para paliarlos. Por una parte, es necesario combatir de raíz las causas externas del problema, como son la desigualdad económica o el analfabetismo tecnológico. Por otro lado, también es importante realizar intervenciones especializadas con el objetivo de salvar la brecha digital: inversión en infraestructura, sistemas de amplio alcance geográfico (como las redes de largo alcance o las constelaciones de satélites), proyectos de digitalización, programas de universalización de acceso… Existe una gran cantidad de estrategias y políticas que las administraciones, organismos públicos y otras entidades implicadas pueden llevar a cabo para asegurar la igualdad de oportunidades para toda la ciudadanía.
En el caso concreto de la Diputación de Badajoz, cuyas competencias se desarrollan en una de las regiones más rurales de la península, estos esfuerzos por sortear la brecha digital se traducen en una serie de programas e iniciativas, entre ellos el proyecto «Badajoz es Más«. Este último (en el cual se enmarca el centro FIWARE Space) busca mejorar la infraestructura y competencias técnicas existentes mediante la centralización: la Diputación Provincial pone las herramientas y servicios necesarios para la digitalización a disposición de los municipios y PyMEs locales, que de otra forma no tendrían acceso a estos recursos. Esta extensión de las capacidades locales a su vez se complementa con otras acciones de la administración, como la implementación de la Red de Provincial de Comunicaciones Seguras que conecta a todos los ayuntamientos de la región, el impulso de la Administración Electrónica, etc.
No cabe duda de que la sociedad tiende a una digitalización cada vez mayor, pero también que ésta no está llegando de forma homogénea a todos los sectores de la comunidad. Si no tenemos cuidado, nos arriesgamos a que las tecnologías de la información y de la comunicación contribuyan a dejar a una parte de la población desinformada, e incomunicada; Con el bienestar social ya permanentemente ligado al uso de estas herramientas, es nuestro deber asegurar que el futuro no deja atrás a nadie.