La relación con los datos, los medios, la información, y la manera en que los guardamos y accedemos a ellos, ha estado en constante cambio a lo largo de la historia, pero quizá este cambio nunca ha sido más notable que con la transición hacia lo digital: Acudimos a la Wikipedia en vez de a enciclopedias multivolumen, en un solo e-book cabrían los libros de toda una vida, y los álbumes de fotos familiares ahora residen en la nube.
Sin embargo, la mayoría de estos formatos digitales son relativamente jóvenes: incluso algo tan trasnochado como un disquete de 31/2 no tiene más de 40 años – el pasado remoto, en lo que a tecnología se refiere, pero aún así comparativamente poco. Por eso es ahora cuando podemos empezar a plantear una cuestión vital para el almacenamiento de la información: ¿Cómo de longevos son estos medios físicos? Cuando hablamos de material gráfico, sabemos que el papel de archivo es capaz de sobrevivir cientos de años; ¿de qué opciones disponemos para asegurar la longevidad de nuestros recursos digitales?
A la hora de preservar el contenido digital, el método que elijamos no solo va a tener que tener en cuenta las amenazas a las que se suele enfrentar cualquier medio de almacenamiento tradicional (degradación del soporte físico, oxidación, etc), sino también problemas específicos de los medios digitales, como la corrupción de archivos o la obsolescencia del formato de archivo usado para guardar la información. En general, cuanto más sencillo el formato, más probable es que sea legible por futuros dispositivos, y el código abierto siempre será más accesible que software propietario (es decir, un archivo .txt será legible más tiempo que un .pdf, y un .odt probablemente sobreviva a un .docx).
En lo que se refiere a medios físicos, a lo largo de los años han ido surgiendo una serie de tecnologías, la mayoría con sus pros y sus contras en lo que a longevidad se refiere:
•Los discos duros tradicionales (HDD) y sus sucesores más moderno, los discos de estado sólido (SSD), así como tecnologías equivalentes (tarjetas micro-sd, flash drives, etc), a pesar de lo útiles que son en el día a día, no son la mejor opción a largo plazo, con una duración estimada de en torno a 5 años para los HDD, y unos 7 para los SDD.
•La cinta magnética es la tecnología que nos proporcionó formatos como el VHS o las cintas de casette, y es uno de los formatos de almacenamiento digital más antiguos. Aunque ya desaparecida de la sociedad de a pie, ha encontrado un nuevo nicho como un formato de almacenamiento particularmente barato. No solo eso: algunos productos específicamente creados para almacenamiento de larga duración presumen de vidas útiles de entre 15 y 30 años. Se erigen así en un formato quizá no demasiado accesible, pero desde luego una opción preferible a las que hemos visto hasta ahora. Sirva como ejemplo la industria del cine, que suele guardar los masters digitales usando este medio.
•Los discos ópticos (esto es, Cds, DVDs y discos Blue Ray) aún sobreviven hasta cierto punto entre el público más cinéfilo y melómano, y es que los sucesores legítimos de la tecnología de almacenamiento magnético han sido una opción barata y útil para la guardar contenido en gran calidad. A su accesibilidad (es muy fácil encontrar lectores externos razonablemente baratos) y bajo precio se suma una sorprendente longevidad, no siendo raro que duren más de 30 o 40 años.
No está nada mal, sobre todo si a eso le añadimos la existencia de los llamados M-DISC, discos ópticos diseñados para ser particularmente resistentes ante oxidación y temperaturas adversas, añadiendo así una protección extra.
Un apunte importante es que, independientemente del medio físico, cada vez se está optando más por opciones de almacenamiento en la nube: aunque este es desde luego una de las opciones más útiles para información usada a diario, no es una opción realista de cara al almacenamiento de larga duración, ya que depende no de la longevidad del medio… si no de la de la propia empresa proveedora del servicio de almacenamiento en la nube.
Lo que si queda razonablemente claro es que ningún soporte es perfecto, y en ese sentido también podemos inspirarnos, para asegurar la integridad de nuestros contenidos digitales, en la manera en la que el conocimiento escrito se ha conseguido conservar a lo largo de siglos: no dependiendo de una sola copia. De la misma forma, ante la duda, siempre resulta mejor usar varias copias, en varios formatos al mismo tiempo – y si es posible, revisando y renovando los archivos cada cierto tiempo. Puede parecer un trabajo innecesario, pero todo cuenta a la hora de asegurarnos de que la información que realmente importa está ahí cuando la necesitamos.
